Por: Rigoberto Carvallo – rcarvallo@carvalloconsulting.com – @rigocarvallo
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Cuando hablamos de desarrollo sostenible, tenemos que tener claro su contexto y significado; sobre todo frente a los desafíos que la humanidad enfrenta en medio de la pandemia global, al acelerado cambio climático y al aumento de las brechas de desigualdad. De acuerdo a las Naciones Unidas, principal organismo internacional que abandera e impulsa el desarrollo sostenible, éste es definido como: “El desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades”[1].
Es menester preguntarnos: ¿Están los países y sus ciudades implementando un verdadero desarrollo sostenible?. Para responder esta pregunta no basta con proponer políticas declarativas o enunciar al desarrollo sostenible para captar la atención de la ciudadanía, sobretodo del segmento joven y ambientalista, sino poner en práctica acciones concretas que, desde las capacidades de cada actor: ciudadanía, sector público, sector privado, organizaciones de la sociedad civil, etc., coadyuven a la profundización del debate académico y a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030.
Como país, hicimos una estupenda labor cumpliendo los Objetivos del Milenio en la última década, pues cumplimos 20 de las 21 metas trazadas[2], lo cual coadyuvó a ser reconocidos ante gobiernos, instituciones multilaterales y organismos no gubernamentales por las grandes transformaciones sociales en materia de salud, educación y garantía de derechos. Estos logros permitieron además empezar con pie derecho el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el 2015, aunque lastimosamente, hemos tenido notable retroceso en los últimos tres años en materia de salud, reducción de la pobreza, educación y ampliación de las brechas de desigualdad[3].
Para evaluar la sostenibilidad, la Universidad de Cambridge realiza un reporte anual sobre el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en cada país, rankeando al Ecuador en puesto 46 de 166 países en el 2020.[4] Asimismo, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) a través de una categorización de indicadores alineados a las metas de los ODS, reporta el avance de su cumplimiento.[5]
La producción de datos, levantamiento de información y construcción de indicadores es la única manera de monitorear y evaluar el cumplimiento de objetivos y metas de la Agenda 2030, como principal instrumento de política de desarrollo global y principal referencia para hablar de sostenibilidad en el mundo. Un buen ejemplo de ello en Latinoamérica lo tiene Bolivia, quienes desagregan el cumplimiento de los ODS a nivel municipal. Lastimosamente, la capacidad estadística en el Ecuador no es lo suficientemente amplia para aterrizar los datos a nivel territorial ya que su última actualización se realizó con el Censo del 2010 y apenas un selecto grupo de ciudades es incluida en la Encuesta Nacional Empleo, Desempleo y Subempleo (ENEMDU); en la cual Manta no está incluida.
Es menester entonces de los Gobiernos Autónomos Descentralizados y de la Academia, destinar recursos económicos y reclutar talento humano especializado para fortalecer sus sistemas cantonales de información y empezar a levantar mecanismos de datos abiertos y actualizados, e indicadores que permitan establecer el punto de partida y las metas de sostenibilidad a ser alcanzadas en el corto, mediano y largo plazo con el fin de compararnos con otras ciudades del Ecuador y el mundo.
Desde el enfoque de la economía ambiental, uno de los desafíos al hablar de sostenibilidad es poder mantener la brecha entre el impacto que genera la exploración de los recursos naturales por el hombre y capacidad de bio-remediación de la naturaleza; es decir, la relación entre la huella ecológica (demanda) y disponibilidad de recursos renovables (oferta) que permite determinar si los hábitos de consumo de una población son sustentables.
Nuevamente, el rol de los Municipios se torna fundamental para poder empezar a generar acciones concretas y de impacto que permitan reducir el consumo desproporcionado de los recursos naturales y propender a acciones de remediación y conservación. Así, es preocupante por ejemplo, que 15 de 22 municipios en la provincia de Manabí, no cuentan con sistemas de tratamiento o disposición final de desechos peligrosos sanitarios ni caracterizan los residuos sólidos producidos en su territorio. Asimismo, ningún Municipio en la provincia realiza recolección diferenciada de residuos sólidos ni trabajan con separación en la fuente a nivel domiciliar.[6] En esa misma línea, es interesante el caso de Manta, donde el consumo de agua al mes supera los 817 mil metros cúbicos; es decir un exceso en el consumo de 1,2 veces lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud para cubrir las necesidades básicas de salud e higiene.[7]
Al hablar de sostenibilidad, no debemos olvidar el enfoque de desarrollo económico. Manta, es una ciudad con un Valor Agregado Bruto que supera los USD 2000 millones, esto es alrededor del 2% del PIB Nacional y en el puesto 7 de las ciudades de mayor tamaño del Ecuador[8]. Nuestra producción local se ha concentrado en los últimos 50 años en el desarrollo de la actividad pesquera, manufactura y el comercio, mismos que emplean juntos alrededor del 50% de la Población Económicamente Activa. Estos sectores, altamente intensivos en mano de obra, generadores de residuos o desechos sólidos y con origen en la extracción de los recursos marinos, representan una razón suficiente para empezar a plantearnos nuevas fuentes de producción sostenible y consumo responsable, orientada a una matriz de producción circular y economía naranja, desarrollo de sectores terciarios e inversiones en infraestructura estratégica que favorezcan al comercio y la producción sostenible.
Pasar de la utopía a la realidad en desarrollo sostenible requiere de mayor participación ciudadana y menos discurso de parte de las autoridades locales. El rol preponderante de la ciudadanía activa y participativa es fundamental para generar los cambios estructurales en la sociedad y alcanzar el desarrollo sostenible requiere del esfuerzo e interacción de todos los actores de la sociedad como corresponsales para lograr los grandes objetivos planteados al año 2030; con planificación y visión, ya que no podemos dejar a nadie atrás y debemos avanzar todos juntos.
Manta, 02 de octubre del 2020
[1] https://www.un.org/sustainabledevelopment/development-agenda/
[2] Objetivos del Milenio, Balance Ecuador. Secretaría Técnica Planifica Ecuador, 2014 (Ex – Senplades)
[3] De acuerdo al cumplimiento de objetivos y metas del Plan Nacional de Desarrollo 2017 – 2021 en el Sistema Nacional de Información: https://sni.gob.ec/inicio
[4] https://www.sdgindex.org/
[5] https://www.ecuadorencifras.gob.ec/objetivos-de-desarrollo-sostenible/
[6] AME-INEC. 2018, Registro de Gestión Integral de Residuos Sólidos.
[7] Barcia, W. (2020). Manta, Desarrollo y Sostenibilidad: Todo un ecosistema. Pág. 94. Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí.
[8] Banco Central del Ecuador, Cuentas Nacionales – Valor Agregado Bruto Cantonal (2017).